De barrancas y acantilados: geología y turismo aventura
Texto
Juan F. Masello y Alejandro Balbiano
Los
acantilados son una “marca registrada”, bien distintiva de la Patagonia. En sus
paredes está escrita la historia geológica de esta región. Aquí vamos a hablar sobre
los acantilados que se encuentran en la zona comprendida entre El Cóndor y
Bahía Rosas, provincia de Río Negro. Corresponden a una unidad geológica
conocida como Formación Río Negro, compuesta de areniscas o arenas consolidadas,
y de arcillas y limos de origen continental, intercaladas con depósitos marinos
que tienen entre 2 y 12 millones de años de antigüedad. Luego, esta formación
fue cubierta por cantos rodados patagónicos, conformando otra unidad geológica
de 1,8 millones de años de antigüedad, y que tiene un espesor que puede
alcanzar los 2 metros. A lo largo de su historia estos acantilado han sufrido transformaciones
por efecto de la erosión marina y fluvial. Finalmente hace unos 125.000 años se
produjo un último avance del nivel del mar, el cual le dio a la costa
acantilada una forma similar a la que observamos actualmente. Recordemos en
este punto, que los loros barranqueros cruzaron
la cordillera, desde Chile hacia Mendoza, Argentina, hace unos 120.000 años, y
comenzaron a colonizar nuestro país en dos direcciones, hacia el noroeste (allí
viven en barrancas), y hacia el sur llegando hasta la Patagonia (aquí viven en
acantilados). Es decir, que casi en la misma época geológica en que se formaron
los acantilados patagónicos, los loros encontraron en ellos un lugar donde
hacer sus nidos. Como hemos visto a lo largo de los
distintos post de este Blog, el loro barranquero recibe este nombre porque
construye sus nidos en cuevas cavadas en barrancas o acantilados, usando para
ello garras y picos.
Este
es un buen momento para definir que es una barranca, y que es un acantilado. Una
barranca es un desnivel brusco en la superficie del
terreno, que puede ser causado por varios motivos, entre otros, por la erosión provocada por
un río o un arroyo. En cambio, un acantilado es un accidente
geográfico que consiste en una pendiente o una abrupta vertical, que se
encuentra siempre frente a una costa marina.
Creciendo en un edificio de
departamentos.
Los nidos de los loros son excavados en las capas más blandas de los acantilados y tienen forma de cilindro deprimido en su eje vertical. Muchos de ellos son rectilíneos y aproximadamente perpendiculares a la pared del acantilado, pero también son comunes los nidos que forman un ángulo con respecto a la pared del acantilado, y los que tienen forma de “J”, correspondiendo la parte superior de la “J” a la entrada del nido. A veces las cuevas están conectadas formando estructuras más complejas, como nidos con dos entradas que conducen a una sola cámara de incubación, o nidos separados que comparten una sola entrada. La profundidad varía entre 60 cm y más de 3.5 m, pero la mayoría tiene una profundidad de alrededor de 1.5 m. Los nidos terminan en una cámara donde la hembra pone los huevos sobre el suelo desnudo y los incuba durante unos 24 días, mientras que el macho le trae alimento. Los nidos perturbados en este período son abandonados. Las hembras tienen una única postura por temporada reproductiva. En el noreste de la Patagonia los pichones nacen entre el 25 de octubre y el 25 de noviembre, permaneciendo en el nido entre 53 y 68 días.
Turismo aventura.
En
marzo del año 2021 comenzaron a desarrollarse nuevas actividades frente al mar,
en un intento por combinar deporte y turismo: la práctica de tirolesa y rapel
en los acantilados de Playa Bonita. Durante ese mes, una docena de personas,
acompañadas por un instructor probó cabos, cuerdas y arneses en los acantilados
de más de 30 metros de altura, en un intento por imponer una nueva modalidad
deportiva, como ocurrió a lo largo de los años con los deportes de viento en el
balneario El Cóndor, como el kite-surf, el carrovelismo y el parapente.
Con
respecto a la tirolesa y al rapel, las autoridades municipales y provinciales
advirtieron sobre el peligro de los deportes de altura en la zona de
acantilados. Indicaron que por las características geomorfológicas, los mismos representan
un riesgo potencial ya que los componentes arenosos provocan desprendimientos permanentes.
Las autoridades aclararon además que no han recibido solicitudes de
autorización para la práctica de esas actividades. Los funcionarios invitaron a
los aficionados y deportistas para qué se acerquen a los organismos
correspondientes para recibir asesoramiento sobre otros lugares y alternativas
para la práctica de estas disciplinas sin afectar el ambiente y para evitar
accidentes.
Erosión de los acantilados.
El
principal factor dinámico responsable de la erosión marina son las olas. En pleamar
y cuando los vientos fuertes soplan del mar, las olas rompen sobre los
acantilados actuando por presión, succión, choque y efecto de rebote vertical.
El choque destructor de las olas rompientes contra los acantilados es mayor de
lo que se puede sospechar. La presión ejercida por las olas es de 3.000 kg/m2
en verano, de 10.000 kg/m2 en invierno y de 30.000 kg/m2 durante grandes
tormentas. Así los acantilados están sujetos a choques de enorme intensidad,
que provocan el desprendimiento y desplome de bloques grandes y pequeños. El
efecto de rebote vertical de una ola se produce cuando encuentra un obstáculo
en su avance, rebota, salta verticalmente con ímpetu y aumenta la violencia del
ataque en sentido vertical. En este salto de rebote el agua puede alcanzar
alturas de varios metros, de 10 a 12 m, y a veces puede sobrepasar la altura
del acantilado. Otros eventos que aumentan la presión contra el acantilado son
las mareas, las sudestadas y las grandes tormentas de lluvia. Todos estos
fenómenos naturales debilitan el acantilado y provocan el desprendimiento de
grandes bloques de arenisca, que a veces se llevan consigo nidos enteros. Como
dijimos antes, loros y acantilados conviven desde hace unos 120.000 años, lo
que permitió que los loros evolucionen y sobrevivan a los desplomes, por
ejemplo cavando nidos de hasta 3 metros de profundidad. Lo que no son naturales
son los desprendimientos que ocurren cuando se aplican cargas pesadas, como construcciones
próximas a los acantilados o el paso de vehículos pesados por las rutas
cercanas a los mismos.
¿Cómo podemos colaborar o ayudar?
La
temporada de cría y reproducción de los loros barranqueros se extiende de
septiembre a enero, así que las actividades humanas desarrolladas durante esos
meses pueden entrar en conflicto con los loros, pero podemos reducirlas al
mínimo siguiendo unos pocos consejos:
1)
no practicar deportes de aventura en zonas donde están los loros, sobre todo entre
septiembre y enero;
2)
evitar construir casas o edificios sobre los acantilados donde viven los loros,
ya que el peso y los cimientos de estas construcciones aceleran los derrumbes o
desprendimientos de los acantilados;
3)
cuando se compartan áreas de recreación en las playas donde crían los loros,
recordar eso, que hablamos de compartir y de respetar zonas que estamos usando
ambas especies: seres humanos y loros barranqueros.
Cómo no dejar hoy un comentario emocionado? Antes que nada esa imágen de Nicolás me recuerda tiempos de gran aventura, de concientización para todos nosotros y para Nicolás tiempos de explorar la vida, su vida.
ResponderBorrarNo dejo de preocuparme por nuestros amados loritos a quienes no dejan, de un modo u otro, de poner en peligro.
Esperemos que la conciencia de una buena convivencia se instale entre humanos y loros. N. P.
Esperemos que si!
BorrarUna nota de esperanza puede leerse aquí:
https://es.mongabay.com/2021/05/chile-exitosa-recuperacion-de-los-loros-tricahue/
Recomiendo leer la nota.
Y aprovecho este rincón para compartirles un circuito de aviturismo en El Cóndor:
ResponderBorrarhttps://prensa.rionegro.gov.ar/?contID=68183
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